Esta droga se ha popularizado entre estudiantes y ha despertado la preocupación entre autoridades. Los jóvenes consumen cápsulas de ‘clonazepam falsificadas’ y universitarios adictos usan las benzodiacepinas.

“No entendía por qué dos de mis compañeros actuaban tan raro. Acabábamos de salir de clases y nadie había hecho, aparentemente, nada fuera de lo común. Tenía 14 años y cursaba décimo grado de bachillerato en un colegio oficial de Cartagena. Mientras estábamos en las afueras del colegio, noté que esos dos compañeros lucían adormecidos, desorientados e inquietos, sobre todo Juan*, quien tenía la misma edad que yo”.

“Minutos después, mientras conversábamos, me enteré que estaban bajo el efecto de una pastilla a la que llamaban ‘diablito rojo’, un medicamento recetado a quienes sufren esquizofrenia. Ninguno de ellos padecía esa enfermedad, consumieron las pastillas porque tienen algunos efectos parecidos a los de las drogas alucinógenas”.

Hoy, casi ocho años después de aquella escena, Juan me cuenta sobre esa adicción que empezó en su adolescencia. Ahora tiene 23 años y trabaja como empleado en un hotel. Estudió administración turística.

Conversando, me dice que todo empezó porque le dio curiosidad probar esas pastillas de las que hablaban algunos compañeros.

“Tenía algunas amistades ‘pesadas’, y me dieron curiosidad esas pastillas. Cuando probé la primera, no sentía nada al comienzo, pero minutos después experimenté una sensación muy fuerte y luego solo recuerdo que me sentía ‘vacilao’; tengo recuerdos vagos de lo que pasó. Yo hacía algo y no me acordaba; de repente, estaba en otra parte y no sabía cómo había llegado a ese punto. Se me borraba el casete”.

Juan comenta que las pastillas siempre las tomaba con jugos o gaseosas, pues de esta manera tenían un efecto más rápido. Una de las pastillas que ha consumido se llama sedatril, un medicamento psicotrópico que se usa como anticomicial (anticonvulsionante) en pacientes con ataques de pánico. “A más de uno los pone a dormir, a otros les da por discutir y a algunos por pelear”, cuenta.

Christian Ayola, médico psiquiatra, especialista en farmacoterapia, explica que el consumo de benzodiacepinas debe ser, única y exclusivamente, recetado por especialistas para tratar casos graves de ataques, y que en cualquier caso es recomendable no usarlos o usarlos como última opción.

“Las acciones ansiolíticas de las benzodiazepinas con frecuencia se acompañan de efectos colaterales que resultan de sus propiedades sedantes e hipnóticas”, lo que aumenta la probabilidad de dependencia, dice.

Juan cuenta que tiempo después de salir del colegio intentó dejar las pastillas y empezó con el cigarrillo, pero un día, en medio de una fiesta con compañeros de la universidad, le regalaron un pedazo de su pasado en una presentación comprimida de 50 miligramos. Desde entonces las pastillas se volvieron parte de su rutina. “Yo salía de la universidad y en la noche me iba con mis amigos. Íbamos para allá atrás en donde estaban las ollas. A veces nos regalaban las pastillas, otras veces comprábamos. Cada pastilla cuesta $2 mil, son mucho más baratas que otros psicoactivos, por eso muchos las consumen”, dice.

Agrega que estas pastillas las consiguen muy fácil, sin fórmula médica, lo que es ilegal.

*Nombre modificado por seguridad de la fuente

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