En octubre pasado, un refugiado ruso de 18 años decapitó a un profesor porque él había mostrado a sus alumnos unas caricaturas del profeta Mahoma.
El asesinato ayer de una policía de una puñalada en el cuello asestada por un hombre tunecino llevó a Francia a revivir el trauma del terrorismo islamista, mientras el país sigue inmerso en el combate a la crisis sanitaria de la COVID-19.
La muerte de la agente, de 49 años y destinada a tareas de administración en la comisaría de Rambouillet (afueras de París), conmocionó a un país habituado a los atentados islamistas. Desde 2012, ya son 269 las víctimas mortales de atentados vinculados al integrismo islámico.
“La nación está junto a su familia, de sus compañeros y con las fuerzas del orden. En nuestro combate al terrorismo islamista, no cederemos un milímetro”, afirmó el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en un mensaje de Twitter.
El jefe del Estado recordó que la agente, de la que solo se divulgó su nombre de pila, Stéphanie, madre de dos hijos, murió en la acomodada ciudad de Rambouillet, a unos 50 kilómetros de París, situada en el departamento de Yvelines, el mismo donde ya fueron asesinados por islamistas una pareja de policías en 2016 y el profesor Samuel Paty en octubre de 2020.
Al lugar de los hechos se desplazaron el primer ministro, Jean Castex, y el ministro de Interior, Gérald Darmanin.
“Nuestra determinación (en la lucha contra el terrorismo) está más vigente que nunca”, recalcó Castex, quien compareció ante la prensa junto al fiscal nacional antiterrorista, Jean-François Ricard.
Perfil de lobo solitario
Mientras avanzan las investigaciones, el perfil del atacante coincide con el de los últimos atentados terroristas en el país. Un individuo que ataca solo, joven, y que no estaba fichado por los servicios de inteligencia.
Así sucedió con Abdullah Anzorov, un refugiado ruso de 18 años y origen checheno que decapitó el 16 de octubre de 2020 al profesor Paty, escudándose en que este había mostrado a sus alumnos unas caricaturas del profeta Mahoma.
Unos días más tarde, se produjo el que era el último ataque terrorista hasta hoy. Un tunecino que acababa de entrar ilegalmente desde Italia y que no estaba regularizado en Francia, irrumpió en una iglesia de Niza (sureste) y mató a tres personas a cuchilladas.
Mientras el país sigue inmerso en plena crisis sanitaria de la COVID-19 -con más de 100.000 muertos desde el inicio de la pandemia y con los hospitales saturados-, el ministro Darmanin anunció un refuerzo de la seguridad en las comisarías, uno de los lugares predilectos para los ataques de los “lobos solitarios” islamistas.
A un año de las elecciones presidenciales, en las que la cuestión de la seguridad jugará un papel importante para los electores, la ultraderechista Marine Le Pen, una de las favoritas a vencer el pleito de 2022, se apresuró a criticar la política de Macron.
“Hay que parar de regularizar a los clandestinos. Cuando un hombre entra en Francia violando la ley francesa, entrando en situación irregular, hay que eliminar la posibilidad de que esas personas se regularicen”, clamó la dirigente.