Hoy se cumple el primer año de la sentencia C-055 de 2022, que despenalizó hasta la semana 24 la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
“Usted no es Dios, ¿por qué tú mamá no te abortó a ti?”, le gritó un médico a Idaluz cuando fue a interrumpir su embarazo después de que el aborto se despenalizara en Colombia. A María la quisieron internar hasta que un comité interdisciplinario decidiera si podía hacerlo.

Idaluz y María, cuyos nombres han sido cambiados por privacidad, son algunos de los casos que la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres ha recopilado desde que la Corte Constitucional falló a favor del aborto hace un año y que ejemplifica la reticencia de algunos médicos a respetar las decisiones de las mujeres y las barreras que persisten para acceder a un derecho.

En zonas de conflicto, principalmente rurales, donde los grupos armados imponen su ley y el acceso la salud es vulnerado por los confinamientos, donde tratar la diarrea de un bebé es una quimera, el aborto parece ficción.

“Yo creo que en las veredas no saben que tienen derecho a abortar”, asegura Corine Peter, coordinadora de salud en los proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF), que estuvo detrás de la demanda ante el Constitucional, en Nariño.
En estas zonas del Pacífico de difícil acceso y donde no hay un hospital en kilómetros, también juegan las creencias, las religiones y la presión de la comunidad: “hablamos de veredas muy pequeñas donde todo se sabe”, explica la médica.

Pequeños pasos
Desde MSF, que tiene el aborto entre sus servicios, afirman que empieza a funcionar el “boca a boca” y las mujeres a veces acuden a ellos y no a los puestos de salud porque saben que pueden garantizarles la privacidad y el secreto.
No es lo ideal, pues nadie debería esconderse para abortar, pero Peter apunta: “nos gustaría que se normalizase porque el derecho existe”.
En lugares azotados por el conflicto y la desidia estatal, donde la sociedad es profundamente patriarcal e incluso algunas parteras cobran más según el sexo del bebé, hay pasos adelante.

Se puede ver en la madre que llegó con su hija de 11 años a una clínica móvil pidiendo métodos de planificación para la pequeña. “No quiero que ella tenga la misma vida que yo”, le dijo a los médicos.

“Es que es muy barato, de verdad (…) La gente cuando piensa en una interrupción se está imaginando un quirófano con gente estéril y no, es un kit barato y fácil”, dice Peter.

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