Es señalado por la Policía de reunir un grupo de galenos para atender al disidente en Venezuela, por $50 millones cada viaje.

El médico Carlos Rosero Angulo (de rojo) se declaró inocente de las imputaciones de la Fiscalía. Fue enviado a prisión.

Una red clandestina de médicos y enfermeros al servicio de las disidencias de las Farc quedó al descubierto luego de un año de seguimientos a uno de sus presuntos miembros, el doctor Carlos Alberto Rosero Angulo, apodado “Caliche”.

“Yo no estoy haciendo nada malo, sino prestando un servicio de salud. ¡Y además esto lo hacen todos los médicos de Tumaco!”, les advirtió el galeno a los policías de la Dirección Antinarcóticos que lo arrestaron hace cinco días, cuando interceptaron el carro en el cual se movilizada por el barrio Ciudad 2000, de Cali.

Fuentes cercanas al caso le contaron a EL COLOMBIANO que Rosero, presuntamente, integraba un grupo de profesionales de la salud conocido como “los Aros” o “los del Aro”, los cuales trabajaban secretamente para las facciones residuales de las Farc.

“Este grupo estaba armando un equipo de médicos para enviarlo a Venezuela a atender a ‘Iván Márquez’ y otros disidentes heridos por los combates en ese país”, relató un investigador. El pago sería de $50 millones por cada viaje.

Luciano Marín Arango (“Iván Márquez”), el máximo líder de la organización disidente Segunda Marquetalia, salió herido de un atentado fraguado por sus antiguos socios el mes pasado, y se presume que está bajo cuidado de galenos en la nación vecina.

La Policía comenzó a seguir a Rosero hace un año, en el marco de la investigación contra Allende Perilla Sandoval (“Allende”), el jefe del Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano (Bocac) y mano derecha de “Iván Márquez”.

El susodicho es médico general graduado de una universidad de Pasto y prestó servicio de consulta por horas en el hospital San Andrés de Tumaco. Sin embargo, sus principales ingresos provenían, al parecer, de la atención a los miembros del Bocac y del frente Iván Ríos (también llamado “los Contadores”).

Según la Fiscalía, al mes podía ganar hasta $45 millones por atender a estos pacientes en su propia casa de Tumaco, en bodegas secretas y viviendas alquiladas.

En los seguimientos constataron que atendía un promedio de 30 delincuentes al mes. Acondicionó su carro con kit de primeros auxilios, desfibrilador y balas de oxígeno, y a algunos pacientes los recogía en los corregimientos de Cajapí, Llorente y Bajo Jagua, para llevarlos a los sitios clandestinos en el casco urbano.

Para su atención, supuestamente reclutaba enfermeros y conseguía medicamentos en Pasto y Popayán, para tratar heridas de guerra, virosis, enfermedades tropicales, abortos y demás procedimientos, según Carlos Izquierdo, director de fiscalías contra el Crimen Organizado.

En algunos casos, Rosero al parecer viajaba a los campamentos guerrilleros en el monte, adonde no solo llevaba medicamentos, sino también licores, repuestos, celulares y hasta prostitutas, de acuerdo con el expediente.

Por cada disidente recuperado recibía hasta un millón de pesos de parte de “Allende”; y cuando alguno moría por complicaciones, “los del Aro” se encargaban de desaparecer el cadáver en el mar.

Ante un juez de garantías de Cali, la Fiscalía le imputó a Rosero cargos por concierto para delinquir agravado y asesoramiento a grupos armados organizados. Él se declaró inocente y fue enviado a prisión.

En todo momento defendió que su labor era “normal”, y que no denunció a los pacientes delincuentes por temor a que lo mataran.

Los investigadores no le creyeron que “todos los médicos de Tumaco hacían eso”, como afirmó, pero sí están tras la pista de otros cinco doctores de “los Aros”.

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