Desde que empezara a propagarse la COVID-19 “no se ha visto una concentración tan peligrosa”, afirmaron los expertos, quienes creen que los Juegos Olímpicos serían “un experimento interesante desde el punto de vista científico, pero puede suponer el sacrificio de gente”.
El Sindicato Nacional de Médicos japoneses, que a mediados de este mes presentó una petición al gobierno para que se cancelen los Juegos Olímpicos de Tokio, dijo hoy que su llamado busca evitar cualquier riesgo de que surja una nueva cepa de la COVID-19.
“No podemos permitir la potencial aparición de otra mutación más peligrosa resultante de los Juegos Olímpicos”, dijo ayer el presidente del sindicato, el doctor Naoto Ueyama, en una rueda de prensa celebrada en el Club de Corresponsales Extranjeros en Tokio.
Ueyama argumentó que si el virus mutara por la convergencia de cepas como la británica, la brasileña y la india durante el evento deportivo y sugiera una nueva “que afecte a la eficacia de las vacunas o haga que los niños enfermen gravemente, no supondrá un problema sólo para Japón, sino para todo el mundo”.
Ueyama, facultativo especializado en medicina interna en un hospital de Saitama, al norte de Tokio, acusó al Comité Olímpico Internacional (COI) y al Gobierno nipón de “subestimar este peligro” y de “poner en riesgo las campañas de vacunación” a nivel global.
La vacuna no es la panacea
Según los cálculos más recientes de los organizadores de Tokio 2020, se prevé que unos 15.000 atletas y 78.000 miembros de la familia olímpica y otros participantes viajen a Japón. El COI ha señalado que esperan que más del 80% lleguen vacunados.
“La vacuna no es una cura y hemos visto que otras variantes se están propagando en países que adoptaron medidas más estrictas, como Taiwán o Vietnam”, señaló Ueyama.
El japonés recordó que las vacunas existentes no previenen los contagios, sino el desarrollo de síntomas graves, y que la mayoría de la gente involucrada en los JJ.OO. y los voluntarios japoneses no tendrán un trato preferente para la inmunización.
La campaña de vacunación en Japón, con entorno a un 6% de su población inoculada al menos con una dosis y que actualmente está destinada a sanitarios y mayores de 65 años, es “embarazosamente lenta” y el grupo de edad al que se está inmunizando tiene poca conexión con los Juegos, expuso el médico.
“Si surge una nueva cepa resistente a las vacunas, dará igual el porcentaje de inmunizados” que haya alcanzado cada país, añadió.
Ueyama también dijo que la reciente propagación de la covid en países asiáticos a los que se alabó por su respuesta epidémica indica que “las normas anteriores no son suficientes para prevenir la propagación de nuevas cepas”, lo que supone un riesgo añadido.
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El sindicalista también se refirió a la propuesta del COI de que cada comité olímpico nacional lleve personal sanitario al país para contribuir a asegurar los medios sanitarios necesarios, una idea que le pareció poco práctica.
La legislación nipona prohíbe el ejercicio de actividades médicas a quienes no tengan una licencia en el país. Si alguien vinculado a los Juegos contrajera la COVID-19, “los doctores que hayan venido no podrán estar a cargo del paciente ni entrar en el hospital”, dijo, con la consiguiente carga para el sistema nacional, ya presionado.