Tras 19 días de angustioso cautiverio, el niño Lyan José Hortúa Bonilla, de 11 años, fue liberado el pasado miércoles 21 de mayo en Jamundí, Valle del Cauca. Sin embargo, los detalles de su secuestro revelan el sufrimiento que vivió durante ese tiempo.
Jorsuar Suárez, padrastro de Lyan, relató con dolor que el menor estuvo amarrado de manos durante cuatro días, una experiencia que lo hizo sentirse humillado y vulnerable. A pesar de la dureza del cautiverio, la familia logró comunicarse con Lyan en dos videollamadas, donde el niño aseguró que lo trataban bien y mantenía la esperanza de regresar a casa.
Suárez, quien también fue víctima de secuestro y liberado días antes, expresó su perdón hacia los captores y lamentó no haber podido evitar que se llevaran al niño. Además, denunció que la seguridad en el condominio donde vivían fue vulnerada, a pesar de contar con tres filtros de acceso, y que las autoridades no respondieron a sus llamados la noche del secuestro.
Tras su liberación, Lyan fue trasladado a la Clínica Valle del Lili, donde permanece bajo observación médica para garantizar su recuperación física y emocional. El menor padece asma, por lo que requiere cuidados especiales para evitar complicaciones.
La liberación fue posible gracias a una operación humanitaria liderada por la Defensoría del Pueblo, con la colaboración de líderes campesinos y familiares, en un esfuerzo que contó con el respaldo de la comunidad y las autoridades.
El comandante de la Policía Metropolitana de Cali, brigadier general Carlos Oviedo, confirmó que el secuestro estaba dirigido inicialmente al padrastro de Lyan, y que ya hay órdenes de captura contra los responsables materiales e intelectuales del hecho.
Este caso conmocionó al país y movilizó a cientos de ciudadanos que exigieron la pronta liberación del menor, convirtiéndose en un símbolo de la lucha contra la violencia y la protección de la infancia en Colombia.