Montería, 18 de octubre de 2025.- En el Centro de Convenciones de Montería, el escritor cubano Leonardo Padura, Premio Princesa de Asturias de las Letras, protagonizó la charla de cierre del tercer día del encuentro literario Un Río de Libros, en una conversación con el periodista Carlos Marín, en la que compartió con el público su mirada crítica sobre la realidad cubana, su proceso creativo y la presencia constante de La Habana como centro de sus historias.
Durante el diálogo, el autor que por primera vez visita la capital cordobesa, habló de su más reciente novela, Morir en la arena, en la que retrata el final de una generación —la nacida en los años cincuenta— que ha vivido toda su vida bajo el sistema instaurado por la Revolución. Describió cómo muchos de sus contemporáneos enfrentan hoy conflictos sociales, humanos y espirituales, al llegar a una etapa en la que la pensión no alcanza para sobrevivir. Aunque la obra inicia con un parricidio que introduce elementos de ficción, aclaró que no busca hacer un tratado sociológico, sino ofrecer una mirada humana sobre las tensiones y contradicciones de la Cuba contemporánea.
Padura también compartió con el público su método de trabajo, su relación con la disciplina y su visión del oficio literario. Recordó sus inicios escribiendo cuentos breves, algunos de los cuales crecieron hasta convertirse en novelas, y citó a Milan Kundera al afirmar que “la persona que inicia una novela no es la misma que la termina”. Para él, escribir es un proceso incierto y vital: “Escribir una novela es un túnel al que se entra sin saber dónde se va a salir”.
Uno de los pasajes más emotivos de la conversación se centró en su infancia en Mantilla, un barrio situado a las afueras de La Habana, donde su familia ha vivido desde el siglo XIX. Contó que, gracias al trabajo de su padre y su abuelo en el paradero de buses del sector, pudo recorrer la ciudad que años más tarde se convertiría en el gran escenario de su literatura, aunque sostiene que La Habana es mucho más que un escenario: es un personaje con identidad propia, lleno de vida, contradicciones y belleza, que ha explorado a través de sus novelas desde una perspectiva que va más allá de la mirada turística.
Durante el encuentro, también se abordó uno de los aspectos más distintivos de su obra: la creación del personaje Mario Conde, considerado por la crítica especializada como el primer gran personaje de la literatura policial cubana, con él, Padura se convirtió en uno de los exponentes del neopolicialiberoamericano, una corriente literaria que responde a las nuevas realidades sociales y políticas del continente.
En su charla, habló además del término “ajenitud”, con el que define la sensación de extrañeza ante la transformación y el deterioro de la capital cubana. “Cuando veo las imágenes de mi viejo barrio y su miseria quedo espantado. Es algo que me resulta ajeno”, expresó, al tiempo que lamentó la pérdida de valores ciudadanos y el impacto de la crisis energética, que mantiene a buena parte de la ciudad a oscuras.
Con ironía, señaló que de las promesas de la Revolución solo queda la “FE”, que en el lenguaje popular significa “familia en el extranjero”, en referencia a las remesas que hoy sostienen a muchos hogares cubanos.
El escritor recordó también sus frustrados intentos por estudiar periodismo y cine —carreras cerradas en Cuba en aquel entonces— y cómo eso lo condujo finalmente a la literatura. Esa decisión, dijo, definió su vida y su destino como narrador. Aunque sus libros se editan y venden en todo el mundo, reconoció que en su país no se publican por decisión de las editoriales estatales. “Dicen que no hay papel, pero sospecho que lo que no hay es voluntad”, comentó con humor, destacando que los lectores cubanos recurren a la piratería y a los dispositivos digitales para acceder a sus obras.
Padura compartió también una anécdota sobre Gabriel García Márquez, a quien conoció en 1982 durante un almuerzo en el que el Nobel colombiano llegó tarde y ya había comido, por lo que solo pidió un caldo. “Todos teníamos hambre, pero por pena también pedimos lo mismo”, recordó entre risas.
Antes de despedirse, el autor reafirmó su compromiso con la escritura y con el trabajo constante: “Escribo como un loco para no volverme loco. No soy el más talentoso de mi generación, pero sí el que más trabaja”.
Con esta intervención, Leonardo Padura cerró con lucidez y autenticidad la jornada del tercer día de Un río de libros, dejando a los asistentes en un viaje literario por La Habana —su ciudad y su gran personaje— y una reflexión sobre la persistencia de la esperanza, el poder del arte y la necesidad de escribir para entender el mundo.
Hoy, el novelista cubano, estará nuevamente en la feria a las 11:15 de la mañana, en el conversatorio “La novela como de la realidad”, con el también escritor Mario Jursich.