Lo que parecía una simple grabación se convirtió en una tragedia que ha conmocionado a todo un país. Las imágenes circulan por redes y generan preguntas urgentes sobre los límites del riesgo y la viralidad.
Lo que empezó como un intento de registrar la furia del río Páez, terminó en una tragedia que hoy estremece a todo un país. Valentina Chilito, una joven del municipio de Páez‑Belalcázar (Cauca), fue arrastrada por una creciente súbita del afluente la mañana del jueves 3 de julio, mientras grababa con su celular el aumento del caudal desde el borde de la ribera.
El momento quedó registrado en video. Y aunque solo dura unos segundos, es tan crudo y tan real que ha sido suficiente para sacudir las redes sociales. Se ve a Valentina parada cerca del barranco, concentrada en lo que ocurre frente a sus ojos. La corriente brama, la tierra tiembla. Al fondo, una voz le grita: “¡Aléjate de ahí!”. Pero es tarde. El terreno cede. Y Valentina desaparece.
Desde entonces, la grabación se ha viralizado en TikTok, Instagram y X (antes Twitter), no solo por la violencia de la escena, sino por la humanidad de la reacción colectiva. Miles de usuarios comparten el video con mensajes de angustia, solidaridad y reflexión. Algunos recuerdan que las redes no deberían ser vitrinas del dolor; otros, que en tiempos de inmediatez digital, olvidamos que estamos vivos y que todo puede cambiar en un parpadeo.
¿Quién es Valetina, la mujer que cayó al río Páez?
Valentina no era influencer. Tampoco buscaba likes. Según vecinos del sector, era una joven alegre, comprometida con su comunidad, y muy cercana a su familia. Se había acercado al río esa mañana como muchos otros: con miedo, pero también con la curiosidad inevitable de quien ha crecido escuchando que el río es vida… y a veces muerte.
El río Páez no es un desconocido para las comunidades caucanas. Es un viejo gigante que ruge con fuerza cuando las lluvias arrecian en las montañas. Ya en el pasado ha sido protagonista de desastres naturales que han cobrado vidas, arrasado puentes y dejado cicatrices difíciles de borrar.
Desde el momento en que se conoció la desaparición de Valentina, las autoridades activaron los protocolos de emergencia. La Defensa Civil, los bomberos municipales, guardias indígenas y habitantes del pueblo se unieron a una búsqueda intensa. Las condiciones no han sido fáciles: el río sigue crecido, el terreno es inestable y las horas pasan sin señales claras.
Aún no se ha confirmado el hallazgo del cuerpo. Y aunque las esperanzas se desvanecen con el correr del día, los rescatistas no han bajado la guardia.
La noticia ha escalado más allá de la tragedia local. Figuras públicas, actores, cantantes e influenciadores han compartido su dolor ante lo sucedido. La presentadora Mónica Rodríguez publicó: “No deberíamos normalizar esto. Estamos viendo en vivo cómo se apaga una vida. Y todo porque nos hemos acostumbrado a grabarlo todo”.
El hecho también ha abierto un debate sobre los límites del registro audiovisual en momentos de riesgo. ¿Hasta qué punto el impulso de documentar nos pone en peligro? ¿Dónde trazamos la línea entre informar, crear contenido o simplemente sobrevivir?
La historia de Valentina Chilito no es solo una noticia. Es una llamada de atención. Un recordatorio brutal de que la naturaleza no se graba, se respeta. Y de que ningún video vale más que una vida.
Su nombre ya hace parte de la memoria colectiva de un país que, en medio de tantos conflictos y desastres, aún se conmueve profundamente con la pérdida de una joven que simplemente estaba ahí, mirando el río, sin imaginar que ese sería su último plano.

