Con la voz quebrantada, casi sin poder sostener el tono de voz, Onelia María Pineda, hizo una radiografía ante el presidente Iván Duque de la realidad de los campesinos víctimas del conflicto.
Onelia vive en la vereda Venado Real del corregimiento de Batata, Tierralta, tras haber sido desplazada cuando era una niña, hoy siembra cacao, aguacate, arroz, maíz, plátano, yuca y de manos del Jefe de Estado recibió uno de los 111 contratos de Conservación Natural que entregó el Gobierno Nacional para que los campesinos del Alto Sinú aprovechan la tierra, al tiempo que la cuiden.
La voz de Onelia María fue tomando fuerza cuando expresaba al presidente el orgullo que siente de hacer lo que le gusta, sembrar con legalidad y con eso sacar adelanta a sus dos hijos como madre soltera, pero su tono tomaba matiz de reclamo cuando relataba que, a pesar de todos sus esfuerzos, “el campesino no progresa”.
“Nosotros los campesinos estamos acostumbrados a trabajar, pero hoy en día nuestras cosechas no valen nada, nos matamos debajo de un sol, somos como un burro alambrero con una horqueta, los que están arriba nunca miran el esfuerzo de aquel campesino que necesita progresar, entonces vamos a darle el valor de lo que él cosecha para que sus hijos se esmeran, tengan un futuro mejor y no les toque el conflicto”, relató Onelia con honestidad ante Duque y los ministros cordobeses de Agricultura, Rodolfo Zea; y Ambiente, Carlos Correa.
Esta joven madre solo pidió al presidente Duque y a sus ministros un compromiso tangible de apoyo a la fuente de alimentos del país: los campesinos.
Al momento de intervenir, el presidente Iván Duque, sin asumir compromiso alguno, solo atinó a reconocer su tragedia por la violencia, acusó a aquellos escuadrones de paramilitares que destrozaron vidas, reconoció su pujanza y la felicitó por estar al frente de proyectos que generan esperanzas de vida entre las víctimas por el conflicto, las mismas que expresan temor porque luego de esos eventos del Gobierno quedan solos en el campo.