Una nueva variante del COVID-19, altamente contagiosa y originaria de China, se ha propagado rápidamente en Estados Unidos, provocando un fuerte incremento en las hospitalizaciones. Las autoridades sanitarias monitorean la situación y advierten sobre su rápida transmisibilidad.
Las autoridades sanitarias de Estados Unidos se encuentran en alerta sanitaria, luego de que se identificara una nueva subvariante del COVID-19, llamada NB.1.8.1, que pertenece a la familia JN.1, descendiente directa de la variante Ómicron.
Esta subvariante, altamente contagiosa, fue detectada en viajeros que transitaron por aeropuertos clave de estados como Nueva York, California, Virginia y Washington. Nueva York permanece como una de las localidades con posible mayor afectación. Además esta cepa ha provocado decenas de hospitalizaciones en China.
Según informes oficiales, NB.1.8.1 presenta mutaciones que podrían influir en su capacidad de transmisión y evasión inmunológica, aunque aún se estudian sus características específicas y su impacto en la salud pública. Las autoridades mantienen vigilancia estrecha para evaluar si esta subvariante genera un aumento en los casos o la gravedad de la enfermedad.
EE.UU. deja de recomendar la vacuna de COVID-19 a niños y embarazadas
La aparición de esta variante del COVID-19 en Estados Unidos ocurre cuando el país aconsejó no vacunar contra el virus a mujeres embarazadas y niños.
En ese sentido, el secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., anunció este martes que el Gobierno deja de recomendar la vacuna de COVID-19 para los niños sanos y las mujeres embarazas.
“No puedo estar más satisfecho de anunciar que, a partir de hoy, la vacuna contra el coronavirus para niños sanos y mujeres embarazadas sanas ha sido retirada del calendario de vacunación recomendado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC)”, dijo Kennedy en un video publicado en X.
El secretario celebró este movimiento como “una cuestión de sentido común”.Kennedy criticó que el anterior Gobierno de Joe Biden (2021-2025) instó a los niños sanos a recibir otra vacuna contra la covid “a pesar de la falta de datos clínicos que apoyen la estrategia de repetir la dosis de refuerzo en los niños”.
Todos los países de la OMS adoptan histórico acuerdo para luchar contra próxima pandemia.
En el marco de la situación global del COVID-19, un conjunto de países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó recientemente el Tratado Global sobre Pandemias, un histórico acuerdo que ofrece al mundo las herramientas para prevenir, prepararse y responder a una próxima pandemia, que la comunidad científica asegura que ocurrirá en algún momento.
Este acuerdo es apenas el segundo instrumento legal internacional que se adopta en el ámbito de la salud pública, tras el aprobado hace veinte años para establecer un marco de control a la epidemia del tabaco.
El acuerdo busca concretamente evitar situaciones como las sufridas durante la pandemia del COVID-19, en particular la falta de preparación, evidenciada en una primera etapa en la escasez de productos médicos y de prevención, desde mascarillas para el personal sanitario hasta equipamientos de oxígeno.
Sin embargo, lo que quedará grabado en el recuerdo es la falta de solidaridad que se demostró hacia los países más pobres y vulnerables, a los que las vacunas -convertidas en el principal instrumento para reducir los contagios- llegaron muy poco y muy tarde porque los suministros fueron acaparados por los países de mayores recursos gracias a los contratos que cerraron con las farmacéuticas
El costo humano del COVID-19 fue de más de siete millones de vidas perdidas, según las cifras notificadas por los países a la OMS, aunque esta organización ha estimado que al menos el doble de personas murieron por el impacto directo o indirecto de este patógeno.
A ello se suman las consecuencias que tuvo esa crisis sanitaria para la economía mundial, con cálculos que superan los 12 billones de dólares en pérdidas acumuladas, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Conscientes de que tales fallos no pueden repetirse y de lo que significaría volver a vivir tales costes humanos y económicos, los países coincidieron en que se necesitaba un marco legal para corregir las deficientes observada y, en el marco de la OMS, emprendieron negociaciones que tardaron tres años en dar su fruto.
Entre los puntos más relevantes del acuerdo figura la creación de un mecanismo para compartir patógenos y datos genéticos de forma rápida y equitativa, asegurando que los países que proporcionen esas muestras tengan acceso a los beneficios que se deriven de ella, sean vacunas, diagnósticos u otros.