En una operación quirúrgica ejecutada en las entrañas del sur de Córdoba, fue abatido José Miguel Demoya Hernández, más conocido como alias Chirimoya, uno de los cabecillas más buscados y peligrosos del Clan del Golfo. Su rastro fue seguido durante más de una década, pero fue una traición desde su propio círculo la que finalmente permitió a las autoridades cerrar el cerco.
El golpe final se dio en la vereda El Porvenir, zona rural de La Apartada, Córdoba, donde el temido jefe criminal se ocultaba tras años de movimientos estratégicos, cambios constantes de escondite y una red de protección tejida con miedo y violencia. La ubicación exacta fue revelada por uno de sus propios hombres, quien decidió colaborar con la inteligencia policial tras un altercado con Chirimoya por una fuerte pérdida de dinero relacionada con un cargamento de droga.
“El quiebre en la organización comenzó con una humillación. Ese hombre se sintió traicionado, y decidió hablar. Tenía miedo, pero sabía que era su oportunidad para saldar cuentas”, explicó el coronel Elver Vicente Alfonso Sanabria, director del Gaula de la Policía.
Esa valiosa pista fue el inicio de un despliegue que se mantuvo bajo total reserva. Durante semanas, unidades especiales del Gaula realizaron vigilancias encubiertas y monitoreos constantes, esperando el momento justo para intervenir. El jefe criminal no imaginaba que su círculo de confianza estaba resquebrajado.
La madrugada del 5 de abril fue el punto de quiebre. Chirimoya se encontraba solo en la vivienda, una casa camuflada en medio del monte, luego de que sus dos escoltas se ausentaran para buscar víveres. Los agentes del Gaula aprovecharon la ventana de oportunidad y avanzaron de forma sigilosa.
Pero al notar la presencia de los comandos, el cabecilla reaccionó abriendo fuego con una pistola FiveSeven, un arma de alto poder conocida por su capacidad para perforar chalecos antibalas. La respuesta de las unidades fue inmediata. El enfrentamiento fue breve, pero definitivo. Chirimoya cayó abatido.
En el lugar se encontraron múltiples cargadores, munición de alto calibre y elementos que confirmaban su rol dentro de la estructura Arístides Meza Páez, una de las más violentas del Clan del Golfo, con presencia en cinco departamentos del país.
“El operativo fue exitoso. No registramos bajas y se logró un objetivo de alto valor estratégico para el país. Detrás de este hombre había una larga historia de sangre, amenazas y destrucción”, aseguró uno de los uniformados al término de la operación.
El fin de alias Chirimoya también representa una forma de justicia para las víctimas de su violencia, entre ellas el intendente Hernando José Martínez Blanco, asesinado años atrás bajo sus órdenes, luego de haberlo capturado en 2014.
Con esta acción, las autoridades asestan un nuevo golpe a la estructura criminal que ha sembrado el terror en la región Caribe, y se demuestra, una vez más, que incluso los jefes más escurridizos pueden caer, sobre todo cuando su propio entorno comienza a derrumbarse desde adentro.