Había pagado la cuota, estaba incluido en la lista y se despedía de sus compañeros como cualquier otro joven que celebraba el final del colegio. Pero a última hora decidió no ir. Fue el único que faltó.
“No me nació ir”, repite hoy, con la voz quebrada, sin lograr explicar qué lo detuvo.
Esa decisión, simple y sin razones claras, le salvó la vida.
Mientras 16 de sus amigos y compañeros de grado once murieron en el trágico accidente del bus que regresaba de la excursión, a la altura de Segovia Antioquia,Juan José se quedó en casa.
Hoy vive con el peso de saber que pudo haber estado allí, que su puesto estaba reservado y que el destino, por segundos o por intuición, lo apartó de la muerte.
“Gracias a Dios no fui… pero estoy destrozado”, dice entre lágrimas.
El dolor de quedarse vivo
Juan José no celebra haber sobrevivido. No se siente afortunado. Se siente roto. Muchos de los estudiantes que murieron eran sus amigos más cercanos:
compañeros de salón, de risas, de tareas, de planes para después del colegio.
Jóvenes con los que hace apenas ocho días recibió el diploma de bachiller.
“Vivimos cosas muy lindas juntos. Teníamos sueños, planes. Todo se acabó”, dice, mientras sostiene una camiseta blanca del colegio llena de firmas y mensajes. Cada nombre estampado es ahora un recuerdo que duele.
Las imágenes del accidente, los nombres de las víctimas, las fotos que circulan en redes sociales, todo lo golpea. Juan José asegura que no ha podido dormir bien, que no tiene ánimos y que la tristeza lo invade al pensar que él sigue aquí y ellos no.
